lunes, 29 de agosto de 2016

Las primeras solicitudes Parte II. 1871

El Tranvía de Gómez de Ruverte
La primera noticia sobre el establecimiento de un tranvía en Zaragoza se remonta al año 1871, año en que D.  José Gómez Ruverte, zaragozano residente en Londres, de quien no tenemos muchos más datos salvo que era representante de una casa comercial en dicha ciudad inglesa y habría estudiado Administración, presenta un proyecto para la construcción y explotación de “un tranvía o ferrocarril americano movido por fuerza animal” para el transporte de viajeros y mercancías, con el objetivo de comunicar las estaciones de ferrocarril y los sitios de recreo de Torrero y Casablanca.
La azarosa historia de esta concesión es un buen ejemplo de lo que ha sido y es en nuestro país la constitución de empresas y la burocracia que ello conlleva.
El Sr. Ruverte, presenta su solicitud ante el Ayuntamiento y desde ese momento se crea un expediente que pasará por las manos del propio Ayuntamiento, la Diputación Provincial, la Junta de Agricultura, Industria y Comercio, la Comisión Provincial, la Junta de Obras Públicas y el Arquitecto provincial. Aproximadamente siete meses estuvo el expediente dando vueltas por los despachos de la administración hasta mayo de 1871, cuando se le adjudica la concesión para 50 años.


El carril era un simple perfil metálico de  70 mm de sección circular e iba apoyado sobre sencillas traviesas de metal y madera. El ancho de vía era el internacional de 1435 mm.
El argumento utilizado recurrentemente por Gómez de Ruverte para basar su solicitud parece lógico, y  es que lo consideraba un importante adelanto social y un moderno descubrimiento, que respondía a las necesidades del momento:
 impulsados por la fuerza del vapor las “vallas” internacionales no son ya hoy una rémora al contacto de las diferentes razas que pueblan el globo y si esto sucede entre pueblos que tantos miles de kilómetros los separan, con más razón habremos de venir a confesar que son urgentes en las relaciones de los mismos pueblos”….”es un transporte seguro, fijo y económico que los pueblos han adoptado en sus relaciones entre sí, y esta mejora pública ha tomado y toma de vía en vía tal movimiento que ya no se puede dudar que su instalación en las ciudades son una prueba irrecusable de su valor y consideración higiénica, industrial y social”
La mala fortuna hizo que José Gómez Ruverte perdiese los papeles oficiales que le había facilitado el Ayuntamiento y se viese obligado a pedir una copia de los datos que había solicitado. Estos datos figuran en el expediente de la concesión y nos dan unas pequeñas pinceladas de la Zaragoza de 1871.
Según la certificación extendida por D. Manuel Cándido Reynoso, por aquel entonces Secretario del Ayuntamiento de Zaragoza:

Certifico: que de los antecedentes que obran en la Secretaría de mi cargo, resultan entre otros datos estadísticos los siguientes:

1º- Que los habitantes de esta ciudad, conforme al último censo de población formado en 1860, son 67.428, divididos en la forma siguiente: 59.950 establecidos y 7478 transeúntes.

2º- Que el número de fallecidos según el registro civil, asciende en el año último de 1870 a 3698.

Y 3º- Que en esta Ciudad existen 679 carros, 27 carruajes de cuatro ruedas y dos caballerías, otros 27 carruajes de cuatro ruedas y una caballería, y 47 carruajes de dos ruedas y una caballería. Y para que conste, libro la presente a petición del interesado y en virtud de acuerdo del Exmo. Ayuntamiento, en Zaragoza a veintidós de Diciembre de mil ochocientos setenta y uno”
El requerimiento, un tanto macabro, de conocer el número de fallecimientos y que incluso le proporcionasen la clase social de los finados, corresponde únicamente a la necesidad de Gómez Ruverte de hacer cuentas y números para su empresa ya que su idea era incluir un servicio de transporte de cadáveres al cementerio de Torrero.
En el acuerdo llegado con el Ayuntamiento, Gómez Ruverte se compromete a pagar cinco reales por carruaje y día que circule por las vías. Asimismo, establece unas “tarifas” para quien desee realizar el último viaje antes de recibir sepultura en el Cementerio de Torrero y que van desde la gratuidad a los que sean pobres de solemnidad, hasta las diez pesetas para carruaje de lujo.
Finalmente le es concedida la solicitud.
José Gómez Ruverte quiere instalar el tranvía en los siguientes recorridos según consta en la memoria del proyecto que presentó.
“Concretándonos a la ciudad de Zaragoza, el ferrocarril Americano que denominaremos tranvía partirá de uno de los puntos donde se encuentre local a propósito entre la Puerta del Sol y la Plaza de la Constitución u otro que la municipalidad designe y dirigiéndose a derecha e izquierda irá a salir a la Ronda por las puertas del Sol y de San Ildefonso, recorriendo las calles del Coso, Cerdán, Mercado y Antonio Pérez y al pasar por la Plaza de la Constitución bifurcará un ramal dirigiéndose a la Calle de la Independencia contigua a la acera de la izquierda y continuará por el mismo lado de la Carretera hasta el Puente de Santa Engracia y pasando por este hasta Torrero, cortando la línea de la Ronda que ha de recorrer todo el exterior de la ciudad y bifurcando un ramal para dirigirse por el Puente de Piedra a la Estación de Barcelona, otro al frente del cuartel de caballerías para las estaciones de Madrid y Navarra y otro por el Puente de San José para la de Escatrón y caso de que el municipio conceptúe conveniente una travesía por la Calle de Don Jaime 1º, se establecerá en la misma forma bifurcando frente a la Calle de Don Jaime 1º y empalmando en la Puerta del Ángel en el Camino de la Ronda con curvas a derecha e izquierda para poder marchar en ambas direcciones.”


Los problemas llegaron al inicio de los trabajos, puesto que la concesión que se le había adjudicado le daba permiso únicamente para invadir los caminos y vías comunales. Al parecer, el trazado irrumpe en zonas particulares y entra en conflicto con la administración que finalmente envía el caso al Ministerio de Fomento, donde desgraciadamente se pierde el rastro.
Además, para acabar de complicarse las cosas para Gómez de Ruverte, su socio con el cual había firmado una escritura de acuerdo para construir el tranvía, renuncia a dicho acuerdo y le abandona.
Así pues en 1871 se rozó la posibilidad del primer medio de transporte público en Zaragoza pero desafortunadamente no pudo llegar a materializarse.
Por Nieves García-Arilla Oliver y Alberto Alastruey

 

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