lunes, 22 de agosto de 2016

Las primeras solicitudes. Parte I. 1866


La historia del Tranvía de Zaragoza ha de comenzar con la historia de las concesiones que se solicitaron y que, siendo algunas otorgadas, e incluso llegando a iniciarse las obras, ni siquiera llegaron a funcionar. Esta historia plagada de anécdotas, curiosidades y golpes de destino, comienza en 1866 con la divertida propuesta que ocupa la entrada de hoy, la primera solicitud para instalar raíles dentro de la ciudad.
La primera de estas concesiones se produce en el año 1866 a nombre de D. Pascual Cejador.
Pascual Cejador y Lozano era agrimensor (según definición de la Rae, la Agrimensura es el Arte de medir las tierras) y agrónomo, padre de un escritor aragonés cuya vida relata José Luis Melero Rivas en su libro “El pintoresco y controvertido escritor Don Julio Cejador y Frauca: una aproximación a su vida y obra” y donde podemos leer alguna referencias a su persona:

Pascual Cejador y Lozano, era natural de la villa zaragozana de Ateca y pertenecía a la que tradicionalmente había sido la familia más rica del pueblo, aunque en esos momentos venida ya a menos pues "las muchísimas fincas de los abuelos, repartidas entre los hijos, se las había llevado la trampa", nos cuenta Cejador en sus memorias. A pesar de ello, de las paredes del caserón de sus abuelos, en la calle del Arrial Alto de Ateca, todavía colgaban antiguos cuadros con personajes ilustres de la familia, "entre ellos un obispo", que recordaban tiempos mejores. Su madre, Ana Frauca Belanzua, que había nacido en Tudela, bien podría proceder, como dice Del Arco, del valle de Broto, en la montaña aragonesa: todavía hoy subsiste Casa Frauca en Fragen y el apellido se ha conservado también en Sarvisé y Ayerbe de Broto.”

Pascual Cejador, que vivía en la calle de San Miguel nº 17, principal, cursa una instancia en 1866 solicitando”permiso para la colocación de un tramway combinado con un poliorama giratorio en el paseo glorieta de Sta. Engracia”.
En realidad, se trataba, de la instalación de un circuito de apenas 200 metros de vía de 60 cm de ancho, donde circularían unos carruajes para niños menores de doce años, tirados por dos machos cabríos.
Tenemos que agradecer a Pascual Cejador el que, como agrimensor y agrónomo, presentase un plano de situación y emplazamiento de la atracción y nos obsequie con algunos datos de la Zaragoza de entonces.

Plano a escala 1: 500. El trazado comprende una alineación de 166,5 metros hasta entrar en una circunferencia rodeada de árboles. Los radios son de 11 metros y la longitud total de la vía es de 235,58 metros. El ancho de la vía es 0,60 de raíl a raíl. Los raíles son de 10 mm de espesor y 22 centímetros de altura unidos a las traviesas por el sistema alemán. Las traviesas tienen una dimensión de 1,4x0,5x0,15.
Su situación; paseo glorieta de Santa Engracia, actual Plaza de Aragón, en el cuadrante situado entre las calles Albareda y Canfranc, por aquel entonces una extensión de tierra decorada con árboles cuya limitación física más importante era el pretil del río Huerva que iba a lo largo de lo que hoy en día es el Paseo de la Constitución por un lado y el parque de Ingenieros por el otro.   
Hay que señalar que de todos los proyectos encontrados en el Archivo Municipal, este es, sin lugar a dudas, el que mejor contenido tiene de todos ellos y eso que es una simple y llana atracción de feria. Incluso viene dibujada una sección del carril utilizado, que para el peso y velocidad que va a soportar, cumple perfectamente con su cometido aunque nos parezca de unas medidas ridículas. Por otra parte, ¿Qué era un poliorama? Según el diccionario de la Real Academia, se trata de una “especie de panorama en que la superposición progresiva de sus diversos cuadros permite transformaciones espectaculares ante el observador”.

 



Kiosko chino de planta octogonal y de 7 metros de diámetro, de los que 1,5 metros son de paso y tres para el poliorama, con dos puertas (entrada y salida). Este kiosko se encontraba en el centro de la circunferencia que formaba la vía.








































La concesión que solicita es por tres años, aduciendo que en un año no es posible realizarlo.
Inicialmente la propuesta cayó en saco roto, pues la comisión de la Policía urbana, que era la encargada del estudio de estos expedientes, señaló la inconveniencia de su situación de cara al público y sobre todo de la futura urbanización de la zona.
Sin embargo, la posterior sesión municipal en que se analiza la resolución de la Comisión de la Policía urbana, acuerda que se devuelva el expediente, estableciendo una serie de condiciones por parte del Ayuntamiento para su concesión. Asimismo, el Ayuntamiento solicita 1000 reales de vellón anuales. Que al cambio sería 1,5 €.
Por tanto, la Policía urbana vuelve a emitir un informe, en el que acuerda una serie de condiciones para la concesión de dicha atracción infantil:

-          1. Tramway y poliorama deben colocarse a la derecha, tal y como se ve en el plano.

-          2. Que el tranvía lo empuje un hombre y no vapor u otro tipo de fuerza.

-          3. El Ayuntamiento se reserva el derecho de quitar la concesión si fuera necesario o incomodase al público.

-          4. El pago de 1000 reales de vellón anuales.

Pascual Cejador accede a ellas, puntualizando que de aplicarse la condición 3ª, solicita que le sea concedido el trozo que hay junto al pretil del Huerva. Se remite el escrito a la Comisión de Policía Urbana quien deniega la petición.
La concesión es otorgada finalmente en noviembre de aquel año.
Hasta mayo del siguiente año, Pascual Cejador está inmerso en las obras para la colocación de la atracción infantil. Incluso al principio tiene que solicitar al Ayuntamiento que realice las oportunas gestiones para retirar parte de los escombros de la Puerta de Santa Engracia que estaban tirados en la zona de la concesión.
No se han consultado los periódicos de la época, pero sabemos que la atracción comienza a funcionar y que no es precisamente un éxito. El siguiente dato que encontramos es que ya en 1868 un carpintero y un cafetero que al parecer eran socios de Pascual Cejador, solicitan al Ayuntamiento la nueva adjudicación de la concesión después de que éste la haya retirado. Las razones aducidas para la renovación eran la próxima inauguración de la Exposición Aragonesa de aquel año, en la que veían una posibilidad de recuperar lo invertido en una empresa que había resultado un fracaso.
El Ayuntamiento contesta y alega que los terrenos donde estaba colocada la atracción van a ser ocupados en su totalidad por dicha Exposición Aragonesa, pero ofrece la posibilidad de elegir otros terrenos no ocupados mientras no haya otros concurrentes.
En este momento, el expediente finaliza, por lo que hace pensar que los solicitantes no vuelven a insistir en su idea de volver a colocar la atracción y se hacen cargo de las pérdidas que han tenido con su empresa.

Por Alberto Alastruey, Juan Antonio Peña y Nieves García-Arilla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario