Los cafés zaragozanos, al igual que en otras ciudades en el
siglo XIX, representaron importantes lugares de reunión y encuentro. Lugares
confortables, luminosos, espaciosos y en algunos casos ricamente ornamentados
al gusto de la época, que invitaban a departir largo y tendido sobre todo lo
que acontecía.
En Zaragoza hubo varios cafés de estas características que
alcanzaron gran fama e igualaron en confort y lujo a importantes cafés
europeos. Monica Vázquez Astorga,
profesora de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, recoge en un
estudio titulado “Los antiguos cafés de
Zaragoza en el siglo XIX” la existencia de estos espacios, su evolución y
su importancia para la ciudad. De este artículo he sacado la información
relativa a uno de los cafés decimonónicos más importantes con los que contó
Zaragoza: El café Ambos Mundos.
El café de
Ambos Mundos fue
inaugurado el 3 de octubre de 1881; cumpliéndose hoy 135 años de la apertura de
sus puertas. Sito en el actual Paseo Independencia, por aquel entonces aun
conocido como Paseo de Santa Engracia, ocupaba toda una manzana entre las
actuales calles Marqués de Casa Jiménez y Albareda.
La prensa local el 31 de diciembre de 1892 se hizo eco de un acuerdo
habido entre el mencionado café y la Sociedad Los Tranvías de Zaragoza:
“Han firmado un
convenio “Café de Ambos Mundos“ y Los Tranvías de Zaragoza para poner unos
coches gratuitos desde la Plaza de la Constitución al café y viceversa. El Café
dará un billete por cada 25 céntimos de consumición y se podrá ocupar plaza una
sola vez en cualquier coche ordinario, extraordinario o especial que circule
por el trayecto. Habrá un tranvía especial desde la 1:30 a las 4:00 de la tarde
los días no feriados y todas las noches de 8 a 11. Pondrán tres coches de modo
que siempre haya uno en la puerta del café y otro en la Plaza de la
Constitución.”
La línea Torrero era la que pasaba
por delante de dicho establecimiento, discurría por el lado de los pares del
Paseo de Santa Engracia, saliendo del mismo por el vano correspondiente de la
Puerta del mismo nombre para emprender su viaje hacia las playas de Torrero.
De la noticia podemos deducir la importancia de este café zaragozano,
que ya llevaba 11 años abierto. Había inaugurado su alumbrado eléctrico en 1885
y tres años antes de la firma de este
acuerdo habría sido completamente remodelado. Así el dueño del café garantizaba
a su clientela un buen servicio de transporte que lo conectaba directamente con
la Plaza Constitución (actual Plaza de España), donde se encontraba el nudo de
todas las líneas tranviarias existentes en ese momento.
Contamos con una pormenorizada descripción del establecimiento,
publicada por El Diario de Zaragoza el día de su apertura:
[…] El salón, que ocupa toda
la planta baja del edificio, tiene una longitud de 38m por 21 de ancho y 7 de
altura. Además hay un gabinete en cada uno de los costados. Componen en ancho tres
tramadas: las dos primeras se hallan debajo del edificio y forman la mitad del
salón, están sostenidas por diez y ocho columnas de hierro en dos líneas, la
otra mitad está cubierta con solo el tejado por corresponder al patio de luces
del edificio, por cuyo motivo han sido innecesarias las columnas, obteniéndose
la mitad del salón completamente despejado.
Doce arcos de los porches
corresponden al salón y gabinetes, y dos puertas dan entrada al primero, si
bien hay dispuestas otras dos, diez huecos con iguales dimensiones a las
puertas existen en el salón en la fachada posterior y cuatro en cada uno de los
lados dando entrada a los gabinetes, salón de billares y demás departamentos.
Doscientas ocho mesas de
mármol se han colocado entre los gabinetes y las cuatro naves o divisiones en
que se han distribuido longitudinalmente el salón. La pintura y dorado de este
grandioso café es obra de Alejo Pescador, artista conocido en esta capital por
otras obras de relevante mérito. Cuatro magníficas figuras que representan
Asia, África, Europa y América se destacan en primer término; ellas y el techo de
estilo pompeyano y todos los demás adornos y grupos de este salón corresponden
por su mérito al crédito que como pintor hace tiempo que disfruta con justo
motivo, el sr. Pescador[…].
Este imponente café cerraría sus puertas el 2 de septiembre de 1955, habiendo
sido testigo de infinidad de historias contadas entre sus paredes.
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