Conocemos por diferentes testimonios los incidentes que
acaecieron durante el tiempo que los tranvías de sangre circularon por las
calles zaragozanas.
Queda en la memoria y recogido en diferentes fuentes el
espectáculo que los descarrilamientos suponían. Al parecer estos se producían
con mucha frecuencia y su contemplación resultaba de lo más atractiva para los
viandantes, no tanto para los usuarios, que tenían que apearse cada vez que
esto se producía.
Hay que tener en cuenta que la profundidad del rail en el
cual iban encajadas las ruedas era muy poca, y que la mayor parte de las calles
no estaban si quiera adoquinadas, lo que provocaba que cualquier pequeña piedra
en el rail, sumado al poco peso del tranvía, lo hiciera descarrilar.
Tal era la frecuencia de los descarrilamientos en algunos
puntos que por ejemplo en la
línea de Torrero, en la curva del inicio de la cuesta de Cuellar, la Sociedad
habría emplazado a dos personas permanentemente, asignándoles la tarea de encarrilar el tranvía
en ese punto, en el cual se descarrilaba diariamente.
Sobre los descarrilamientos también tenemos testimonios
escritos. Al respecto comenta Blasco Ijazo:
“Cada atasco de un carro por las malas
condiciones del pavimento interrumpía el servicio. A lo mejor descarrilaba un
coche y había que llevarlo por fuera hasta encarrilarlo de nuevo. Cualquier
anomalía de estas originaba un espectáculo callejero, lo mismo que cuando se
refrescaban las caballerías con agua y vinagre sacada de un cubo, que el
empleado portaba en la plaza de la Constitución”
Gimeno Vizarra escribía
lo siguiente:
“…cuando en el primer
ramal del tranvía ocurrían todos los días descarrilamientos, una persona seria
que los presenciaba con frecuencia, decía que pasaba excelentes ratos viendo
como los chicos por puro entretenimiento y sin darse cuenta de lo que hacían
colocaban las piedras sobre los raíles…”
Sirva esta imagen del inicio de la Calle San Blas (ya de 1903 tal y como se puede observar por la presencia de un poste eléctrico), para hacerse una idea del estado lamentable que presentaban algunas de las calles. Viendo esta imagen es fácil imaginarse los problemas que surgían en las vías.
La prensa local es
fuente inagotable de testimonios sobre descarrilamientos, así un periódico local
da la siguiente noticia el Lunes, 27 de Julio de 1896:
"No tiene nombre lo
sucedido anoche con el servicio de Tranvías que trae los pasajeros del tren de
Cataluña. En uno de los coches que hacen el servicio de estaciones iban
bastantes personas. A la entrada del Puente de Piedra, el coche descarriló.
Hicieron esfuerzos los cocheros; pero todo inútil. Al fin los viajeros hubieron
de bajar del vehículo. Cuando este se creyó encarrilado, vuelta a subir, más a
poco, vióse ya no lo estaba... y vuelta a bajar.
Ya sin peso el tranvía
encarriló - habían pasado un cuarto de hora de molestias y viento no pequeño,
los viajeros -, y al encarrilar, el coche arreó de veras y con el coche vacío
atravesó el puente, que los viajeros habrían pagado su billete tuvieron que
cruzar a pie. En las puertas de los fielatos aguardaba el tranvía.”
Además de estos incidentes, los coches de tranvía de vez en
cuando también sufrían algún choque, como por ejemplo el recogido por la prensa
el lunes, 31 de enero de 1887
“A las nueve de la noche de ayer, un
coche del tranvía en un choque habido con una berlina la deshizo completamente;
el hecho acaeció frente a la estación de Madrid”
Y no solo chocaban contra otros
vehículos, también desafortunadamente había que lamentar algún atropello de
personas o animales con muy distintos resultados. Y después de hablar en
entradas anteriores de la lentitud de los tranvías, uno podría preguntarse ¿cómo
es posible que se produjesen este tipo de incidentes? Pues la verdad es que no
puedo dar respuesta a eso, uno podría pensar de forma lógica que los cascos de
las caballerías con su característico ruido serían suficiente para alertar de
que un tranvía se avecinaba, pero quizá la falta de costumbre de los viandantes
podría ser el motivo. Lo que también es cierto es que los conductores estaban
obligados por el reglamento a avisar de su llegada en ciertos puntos con un
silbato, pero según denuncia algún periódico no hacían siempre uso del mismo y como
resultado de la inacción atropellaban muy de vez en cuando a algún
desprevenido.
En esta imagen del Coso Alto podemos apreciar en la parte inferior izquierda de la imagen la vía y los viandantes caminando por encima.
La prensa local recoge dos de estos
incidentes, un atropello humano y otro animal (un "hermoso perro"):
El humano aconteció el 12 de noviembre de 1886:
“Ayer por la tarde fue
atropellado un hombre en las afueras de la Puerta del Duque por el coche del
tranvía número 2. Sufrió lesiones graves en un costado y leves en la cabeza.
Fue trasladado al hospital.”
El animal, el Martes, 20 de octubre de 1896:
"Diariamente casi
llegan a nuestra redacción, quejas de abusos y desmanes que cometen los
conductores de tranvías, atropellando a las personas y animales, por no tomarse
la molestia, sin duda de hacer los avisos, como es su obligación.
Anteayer mismo, vimos
arrollar a un hermoso perro de un querido amigo nuestro. El conductor pudo haber
evitado la muerte del animal con solo haberle obligado con la tralla a
apartarse de la vía. El hecho produjo indignación en los pasajeros y
transeúntes.
Sabemos el celo del
director de la Empresa por todo cuanto se relaciona con el interés público y
por eso no dudamos que dará a sus empleados las instrucciones oportunas para
evitar la repetición de estos hechos"
En algún caso eran los carruajes los
que se llevaban por delante a algún usuario del tranvía, pero la prensa sigue
dando palos a la Sociedad de tranvías aunque aparentemente en este caso no
parezca muy lógico. Así el Lunes, 18 de julio de 1887 recoge un periódico la
siguiente noticia:
“De uno de esos accidentes a que da
lugar la mala dirección de los tranvías zaragozanos, que diariamente
denunciamos, fue víctima ayer nuestro querido amigo el director de “El Diario
de Zaragoza”, Don Carlos Vara de Aznarez. Al descender este señor por la
plataforma delantera fue arrollado por el carruaje, sufriendo lesiones de
alguna consideración en el pie. Inútil nos parece decir que deseamos de todas
veras su pronto restablecimiento. Como nos parece inútil también llamar la
atención de la Empresa sobre estos desgraciados accidentes para que traten de
impedirlos, porque nuestra voz será, como siempre, vox clamantis im (sic) deserto.”
De vez en
cuando estos transportes también sufrían alguna avería. Creemos que en la época
de la noticia que hemos encontrado, el parque móvil podría ya estar un tanto
avejentado y que algunos de los coches adquiridos por la Sociedad en los
primeros años eran ya de segunda mano, lo que podría suponer una mayor
probabilidad de sufrir ciertas averías.
Jueves, 7 de enero
de 1892:
"A las doce del día
5, se rompió el eje de las ruedas, al tranvía descendente de Torrero, número 5,
al entrar en la población, y colocado sobre los raíles estuvo hasta las dos de
la tarde. Tal celeridad en quitar el obstáculo, entorpeció el servicio durante
dos horas".
Es curiosos
encontrar también reflejado en la prensa actos vandálicos denunciados por la
misma. En la mayoría de los casos la simple colocación de una piedra en el raíl
producía que este descarrilase, y de forma muy aparatosa según la velocidad a la que
circulara.
Lunes, 26
de octubre de 1885 La Alianza Aragonesa publicaba:
“Los tranvías no circulan.
Algunos desperfectos ocasionados en los ejes no permiten su uso. Por fortuna,
el arreglo no se hará esperar. Y ya que de los tranvías hablamos, bueno será
que los municipales eviten a todo trance el espectáculo que los muchachos están
proporcionando, impidiendo la marcha de los coches. Cuando no caminan, un coche
se convierte en una cucaña donde los chicos acuden para acallar su instinto de
destrucción.
Las autoridades, todas, deben tomar
una providencia seria, si se quieren cortar tales abusos.”
Miércoles,
18 de noviembre de 1885 el Diario la Derecha decía así:
“Es verdaderamente
reprensible y digno de censura lo que acontece al anochecer. Se clavan piedras
en los intermedios de los raíls (sic) para proporcionarse el
placer de ver saltar los coches y producir roturas o descarrilamientos. Han
visto hasta piedras cubiertas con papel u hojas para evitar la parada de los
coches.
También La Derecha se hace eco el Jueves,
9 de septiembre de 1886 de lo siguiente:
“En la mañana de ayer una mano
salvaje colocó una piedra en los raíls (sic) junto
a una farola en la línea de Madrid. Descarriló el coche, chocó con la farola
que rompió y se produjo un tan violento choque que el mayoral quedó colgado por
los pies y con conmoción grave y los dos viajeros dieron contra asientos y
cristales.
Es deplorable lo ocurrido sin que se
halla hasta la presente “sentado en la mano””
Por Nieves
García-Arilla Oliver
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