A veces somos injustos con lo cercano, con lo nuestro, y por
aquello de tenerlo a mano no sabemos valorarlo en su justa medida, quizá por no
tener la perspectiva que da la distancia.
Zaragoza contó durante décadas con la suerte de albergar una
saga de fotógrafos que inmortalizaron una época, los Coyne. Aquí me referiré
únicamente a los dos miembros de la familia cuya actividad se desarrolló en el
siglo XIX y principios del XX.
Hoy el legado fotográfico de la familia se conserva en el
Archivo Histórico Provincial y algunos de sus fondos están digitalizados y son
accesibles mediante DARA (Documentos y Archivos de Aragón) fondos que serían aún
más extensos de no ser por el desastroso incendio sufrido en el estudio el 9
mayo de 1887 y que se inició mientras
manipulaban las placas fotográficas obtenidas horas antes en la puesta de la
primera piedra del Puente de Hierro.
El cronista Juan Moneva, no sin sentido del humor, lo describía así:
…”Inauguración de las obras del
Puente. La pamema consabida; el Obispo Auxiliar – Alda- bendiciendo; único
elemento serio, substantivo, respetable del acto; concurrencia de Autoridades y
notables de la Ciudad, con sus cintas, bandas y metales; y a comer cada cual a
su casa.
Menos el Ministro y unos pocos
señores de Madrid: para ellos era almorzar; a comer estaban invitados, con
todas las Autoridades y todos los Diputados de la provincia, en el Salón
amarillo de la Diputación; estaban también invitadas a aquel banquete las
respectivas señoras; naturalmente no eran aludidos en eso el Cardenal Benavides
ni su obispo Auxiliar. Alcalde era entonces Don Simón de Varanda, el principal
“pontífice”, en la acepción etimológica de “hacedor del puente”.
Acabando estaban la comida, bebiendo
ya licor los hombres y fumando con la venia, un tanto forzada, de las señoras,
pues ardían ya en el salón largo por estrecho hartos cigarros puros, cuando
llegó allí dada al Alcalde, al Capitán General y al Gobernador Civil, una
noticia muy fácil de comprobar por toda aquella concurrencia, sin más que
asomarse a cualquier balcón de la estancia: incendio en el 33 del Coso, casa de
Sichar”..
…“Vieron llama y humareda en lo más
alto; y mucha tropa de regimiento de Pontoneros que llegaba ya para formar
cordón que aislase la casa de todo público y ayudase a apagar el incendio; los
bomberos de la Ciudad llevaban ya allí mucho rato de trabajar con más valor que
medios útiles.
Salieron todos los comensales; los
más para marchar a un baile que el Casino de Zaragoza daba en sus salones a
honor del Ministro y del Puente; todos habían despedido sus coches, pues
hubiera sido ridículo subir en ellos frente a las escalerillas de la Diputación
para bajar ante el Palacio del Conde de Sástago. Bajó Ramona Banquells, la
Alcaldesa, satisfechísima de haber visto triunfar la idea de su marido, con su
vecina y amiga íntima la Señora de Torres Cervelló, “la Tubau”, de mote local,
mote laudatorio, pues con él expresaba la buena sociedad zaragozana que aquella
señora era elegante de porte y trato como la mejor actriz de la escena española
de entonces; Doña Ana del Valle e Iznaga, la esposa del General Chinchilla, la
cual había de morir poco después en Zaragoza; Juana Vargas y Benavides de
Milán, la sobrina del Arzobispo; Rosa Nadal y Yarza, la hija del Rector de la
Universidad y mujer de Manuel Castillón, diputado provincial…
……Frente al 33, en la acera opuesta
de la Plaza y del Coso, quedaron parados los más comensales del pasado
banquete; fue llegando algún coche con señoras y caballeros que iban al baile
del Casino; no pudieron pasar, bajaron, se detuvieron allí y se enteraron como
los demás de lo que ocurría. A Coyne cuando estaba revelando o fijando las
placas obtenidas por la mañana en el Paseo del Ebro, se le prendieron unos
líquidos inflamables; ardió pronto su estudio entero de fotógrafo, se comunicó
el fuego a lo más de la finca….”
Anselmo María de Coyne y Barreras había nacido
en Pamplona en 1830 y murió en Zaragoza en 1896. Habría estudiado Química. Es
en su ciudad natal donde instala su primer estudio fotográfico. En 1878 se traslada
a Zaragoza, y se asocia con el fotógrafo
Mariano Júdez Ortiz. Será en 1881
cuando reciba el título de fotógrafo de
SS. MM., dándole ello el derecho al uso del escudo de armas real.
Su hijo, Ignacio Coyne Lapetra nació en Pamplona
en 1872 y falleció en Zaragoza en 1912. Fotógrafo, operador y director
cinematográfico. Cuando el cine llega a la capital aragonesa, era ya un
prestigioso fotógrafo. En 1905, abre en la calle de San Miguel el primer cine
estable de Zaragoza, conocido como Cinematógrafo Coyne. Llegó a filmar sus
propias películas y a dotar de voz humana a sus personajes con su Cine Parlante
Coyne.
La actividad fotográfica del estudio Coyne es
profusa. De todas las imágenes tomadas he seleccionado tres en las que aparecen
tranvías de mulas.
La primera es una imagen de un tranvía parado en
Plaza Constitución que tiene como telón de fondo el Paseo de Santa Engracia,
actual Paseo Independencia. Al observar la imagen con una lupa podemos
distinguir el letrero en la parte superior de las ventanillas centrales, en el
que leemos “Bajo Aragón - Madrid”. Aunque en un principio eran dos líneas
diferentes, la Sociedad de Tranvías pronto se dio cuenta de que unificándolas
mejoraba considerablemente el funcionamiento y por consiguiente el rendimiento,
reduciendo los tiempos de espera. Podemos apreciar encima del coche un cartel
que contiene un anuncio publicitario que desgraciadamente no podemos
distinguir. A la derecha de la imagen, vemos entrando en la misma el tranvía nº
12 que según los datos encontrados tendría 14 asientos y 6 plazas en
plataforma.
La segunda es una divertida comparsa de Gigantes
y Cabezudos que discurre por el mismo lugar que aparece en las otras dos imágenes y en la
que solo los muy observadores se habrán percatado de que entre la multitud se
distinguen dos jardineras.
La última, ya utilizada en este blog para
ilustrar el post del reglamento tranviario, es quizá la única fotografía
protagonizada en Zaragoza por un tranvía de tracción animal. Está pasando delante de la Farmacia Ríos, las
mulas nos tapan el número, pero el letrero no deja lugar a dudas de la línea a
la que pertenece. Se distingue perfectamente al conductor con el uniforme,
tocada la cabeza con la gorra reglamentaria y mano en el freno. Va a tomar la
curva de la plaza para comenzar a ascender por el Paseo de la Independencia.
Por Nieves García-Arilla Oliver.
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