La historia del Tranvía de Zaragoza ha de comenzar con la historia de las
concesiones que se solicitaron y que, siendo algunas otorgadas, e incluso
llegando a iniciarse las obras, ni siquiera llegaron a funcionar. Esta historia
plagada de anécdotas, curiosidades y golpes de destino, comienza en 1866 con la
divertida propuesta que ocupa la entrada de hoy, la primera solicitud para
instalar raíles dentro de la ciudad.
La primera de estas concesiones se produce en el año 1866 a nombre de D.
Pascual Cejador.
Pascual Cejador y Lozano era agrimensor (según
definición de la Rae, la Agrimensura es el Arte de medir las tierras) y agrónomo, padre de un escritor
aragonés cuya vida relata José Luis Melero Rivas en su libro “El pintoresco y
controvertido escritor Don Julio Cejador y Frauca: una aproximación a su vida y
obra” y donde podemos leer alguna referencias a su persona:
“Pascual Cejador y Lozano, era
natural de la villa zaragozana de Ateca y pertenecía a la que tradicionalmente
había sido la familia más rica del pueblo, aunque en esos momentos venida ya a
menos pues "las muchísimas fincas de los abuelos, repartidas entre los
hijos, se las había llevado la trampa", nos cuenta Cejador en sus
memorias. A pesar de ello, de las paredes del caserón de sus abuelos, en la
calle del Arrial Alto de Ateca, todavía colgaban antiguos cuadros con
personajes ilustres de la familia, "entre ellos un obispo", que
recordaban tiempos mejores. Su madre, Ana Frauca Belanzua, que había nacido en
Tudela, bien podría proceder, como dice Del Arco, del valle de Broto, en la
montaña aragonesa: todavía hoy subsiste Casa Frauca en Fragen y el apellido se
ha conservado también en Sarvisé y Ayerbe de Broto.”
Pascual Cejador, que vivía en la calle de San Miguel nº 17, principal, cursa
una instancia en 1866 solicitando”permiso
para la colocación de un tramway combinado con un poliorama giratorio en el paseo
glorieta de Sta. Engracia”.
En realidad, se trataba, de la instalación de un circuito de apenas 200
metros de vía de 60 cm de ancho, donde circularían unos carruajes para niños
menores de doce años, tirados por dos machos cabríos.
Tenemos que agradecer a Pascual Cejador el que, como agrimensor y agrónomo,
presentase un plano de situación y emplazamiento de la atracción y nos obsequie
con algunos datos de la Zaragoza de entonces.
Plano a escala 1: 500. El trazado comprende una alineación de 166,5 metros hasta entrar en una circunferencia rodeada de árboles. Los radios son de 11 metros y la longitud total de la vía es de 235,58 metros. El ancho de la vía es 0,60 de raíl a raíl. Los raíles son de 10 mm de espesor y 22 centímetros de altura unidos a las traviesas por el sistema alemán. Las traviesas tienen una dimensión de 1,4x0,5x0,15.
Su situación; paseo glorieta de Santa Engracia, actual Plaza de Aragón, en
el cuadrante situado entre las calles Albareda y Canfranc, por aquel entonces
una extensión de tierra decorada con árboles cuya limitación física más
importante era el pretil del río Huerva que iba a lo largo de lo que hoy en día
es el Paseo de la Constitución por un lado y el parque de Ingenieros por el
otro.
Hay que señalar que de todos los proyectos encontrados en el Archivo
Municipal, este es, sin lugar a dudas, el que mejor contenido tiene de todos
ellos y eso que es una simple y llana atracción de feria. Incluso viene
dibujada una sección del carril utilizado, que para el peso y velocidad que va
a soportar, cumple perfectamente con su cometido aunque nos parezca de unas
medidas ridículas. Por otra parte, ¿Qué era un poliorama? Según el diccionario
de la Real Academia, se trata de una “especie de panorama en que la superposición
progresiva de sus diversos cuadros permite transformaciones espectaculares ante
el observador”.
Poliorama coloreado |
La concesión que solicita es por tres años, aduciendo que en un año no es
posible realizarlo.
Inicialmente la propuesta cayó en saco roto, pues la comisión de la Policía
urbana, que era la encargada del estudio de estos expedientes, señaló la
inconveniencia de su situación de cara al público y sobre todo de la futura
urbanización de la zona.
Sin embargo, la posterior sesión municipal en que se analiza la resolución
de la Comisión de la Policía urbana, acuerda que se devuelva el expediente,
estableciendo una serie de condiciones por parte del Ayuntamiento para su
concesión. Asimismo, el Ayuntamiento solicita 1000 reales de vellón anuales.
Que al cambio sería 1,5 €.
Por tanto, la Policía urbana vuelve a emitir un informe, en el que acuerda
una serie de condiciones para la concesión de dicha atracción infantil:
-
1. Tramway y
poliorama deben colocarse a la derecha, tal y como se ve en el plano.
-
2. Que el
tranvía lo empuje un hombre y no vapor u otro tipo de fuerza.
-
3. El
Ayuntamiento se reserva el derecho de quitar la concesión si fuera necesario o
incomodase al público.
-
4. El pago de
1000 reales de vellón anuales.
Pascual Cejador accede a ellas, puntualizando que de aplicarse la condición
3ª, solicita que le sea concedido el trozo que hay junto al pretil del Huerva.
Se remite el escrito a la Comisión de Policía Urbana quien deniega la petición.
La concesión es otorgada finalmente en noviembre de aquel año.
Hasta mayo del siguiente año, Pascual Cejador está inmerso en las obras
para la colocación de la atracción infantil. Incluso al principio tiene que
solicitar al Ayuntamiento que realice las oportunas gestiones para retirar
parte de los escombros de la Puerta de Santa Engracia que estaban tirados en la
zona de la concesión.
No se han consultado los periódicos de la época, pero sabemos que la
atracción comienza a funcionar y que no es precisamente un éxito. El siguiente
dato que encontramos es que ya en 1868 un carpintero y un cafetero que al
parecer eran socios de Pascual Cejador, solicitan al Ayuntamiento la nueva
adjudicación de la concesión después de que éste la haya retirado. Las razones
aducidas para la renovación eran la próxima inauguración de la Exposición
Aragonesa de aquel año, en la que veían una posibilidad de recuperar lo
invertido en una empresa que había resultado un fracaso.
El Ayuntamiento contesta y alega que los terrenos donde estaba colocada la
atracción van a ser ocupados en su totalidad por dicha Exposición Aragonesa, pero
ofrece la posibilidad de elegir otros terrenos no ocupados mientras no haya
otros concurrentes.
En este momento, el expediente finaliza, por lo que hace pensar que los
solicitantes no vuelven a insistir en su idea de volver a colocar la atracción
y se hacen cargo de las pérdidas que han tenido con su empresa.
Por Alberto Alastruey, Juan Antonio Peña y Nieves García-Arilla.
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